14 marzo 2009

Del celo al duelo, el corto camino.

He estado siguiendo con atención el caso de Gerardo Rocha, un tipo brillante en lo intelectual que fundó su propio imperio educacional. Es difícil llegar a pensar cómo alguien de su talla llega a perder tiempo y mucho dinero gracias a sus ofuscaciones celópatas. Un Otelo de los tiempos modernos.
Hay varias cosas envueltas en ese caso particular, pero mejor trataré de generalizar para esbozar algunas ideas al respecto, que coinciden con lo que pasa por muchas personas en un momento determinado.

Existen tantos tipos de celos como de definiciones y teóricos que buscan explicarlo. Me inclino por el celo que se engendra como una "amenaza" al orgullo propio. Así de simple. La persona que engendra celos es básicamente una persona que gusta controlar un ambiente y sus personas, para bien o para mal, no hay juicio de valor en esto. Los padres pueden tener celos ante la hija que los abandona por un novio, la esposa fiel puede sentir celos por la modelo que encandila a su marido; todos ellos invaden el espacio del controlador, peligrosa o inofensivamente, lo invaden igual. Es casi parte del atavismo genético, de tribu, o animal que todo ser humano tiene. NO EXISTE la persona absolutamente carente de celos.

Cuando se pierde el "control de lo suyo" viene la ofuscación, es una puñalada al orgullo del controlador, a su feudo mental y sentimental. Cuando ésta pérdida o amenaza se acompaña de poder para "revertir", para "vengar", o para "obligar", entonces la ofuscación lleva a la violencia, casi irremediablemente.

También existe el que "provoca" celos en el otro, con qué objeto? nuevamente, "controlar", esta vez, controlar emocionalmente. El celoso (a) requiere atención, como decía un filósofo absurdo por ahí "el celoso ama demasiado". Nada mas equivocado, el celoso "necesita ser amado", que es distinto. El que intencionalmente los provoca, sábe muy empáticamente la rabia que puede generar en su propio beneficio. Es un condicionador(a) neto. El celoso casi siempre teme a la soledad.

Los casos de celos infundados o no, suelen terminar en dramas humanos cuando estos desembocan en crudas realidades o confirmaciones de que en verdad él o ella tenían razón con sentirse celosos. Ahí la situación puede ser explosiva, la falta de autocontrol, el temor al "qué dirán" (recuerden, el celoso necesita ser amado, no denostado), el poder, el creer que con buenos abogados "no le pasará nada", pueden llevar incluso a la muerte del otro. Y casos hay de sobra.

En el caso de tipos como Gerardo Rocha creo que va más allá, porque suponiendo que no tuviese razones para sus celos, demostrandole incluso que no había nada extraño en su pareja, creo estar en lo cierto que el tipo de todas manera estallaría en algún momento, contra su pareja, contra él mismo o contra cualquier motivo que le hiciera sentir amenazado. Es un caso extremo, sin solución.

Pero no hay que olvidar, cuando se enquistan los celos en una relación de pareja, no es sólo un problema, es un drama, agotador y de desgano hacia el vivir diario. Se gastan todas las energías en atacar y defenderse. Si no se encara en un ambiente controlado, y se establecen puentes de comunicación, bajo verdades fundadas, el tiempo carcome los valores de las personas, los pudre en desconfianzas, en sentimientos de rabia, confusión. Peor aún, esto ocurre muchas veces con un celo basado en fantasías creadas por las mismas personas. Como una bola de nieve, se sabe como comienza, se agranda con el tiempo, se endurece a medida que avanza, y arrastra todo a su paso hasta detenerse sólo en destrucción...y a veces, como dicen las películas de misterio, "sólo es producto de la imaginación"...lástima que se sepa cuando ya es tarde.

Finalmente, hay un asunto que a veces no se considera tanto. El único punto que une a un celoso y un celado (¿?) es el sufrimiento, y en ese aspecto, ámbos son víctimas.

(No me referí a los llamados "celos profesionales", que dá para mucho mas que unas lineas)